Artes aplicadas


–Divinidad –susurró el guerrero en medio de la contienda.
Eran varias las compañías que dependían de sus órdenes. Por eso no quería cometer ningún error que ocasionara bajas innecesarias.

Era impresionante su modo de pelear.
Trazaba su estrategia como lienzo pictórico. Al desplazar sus manos en el aire parecía que dibujaba el triunfo.
Se sabía protegido por los dioses del día y del rayo, así como los del tiempo y la salud.
Por eso, cuando en susurros invocó a la divinidad, entendía que alguna de dichas deidades acudiría en su auxilio, si no es que todas.
Llevaba varios años ejerciendo el arte de la guerra. Sus tácticas de ataque y defensa eran reconocidas en toda la comarca. Amigos y enemigos admiraban su incansable capacidad de lucha, pero más su pericia para resolver adversidades. Siempre fue prolífico en ideas, sobre todo en situaciones de aparente desventaja en las que, con diversas actividades de distracción, cambiaba drásticamente la evolución del conflicto.

Actitud prolija la suya y por demás elocuente, tanto así que, incluso cuando se batía en retirada, lo hacía con una elegancia tal que era admirado por su contraparte.
Su fama incluso atravesó fronteras allende el mar.
Tenía, por tanto, un ejército fiel y con un altísimo grado de eficiencia. Muchos prisioneros se alistaban en sus filas mediante pactos de sangre inviolables.
Recurría, en estos casos, al antiguo arte de la seducción militar mediante el honor más puro e inalienable. Por eso nunca fue traicionado.
Incluso en las circunstancias más oscuras todo su ejército lo apoyaba hasta las últimas consecuencias.
De más está decir que, en efecto, tenía una especie de pacto divino.

La batalla evolucionaba a su favor mas, hubo un detalle del enemigo que no lo convencía del todo. Por eso decidió acudir a la especie de santuario o templo itinerante que había construido con antelación.
No había ídolos a venerar, sino solamente formas geométricas y de colores nítidos y contratantes. Pero él se entendía con "sus" creencias.
–Divinidad –volvió a invocar– dame la sabiduría para resolver esta empresa. Sabemos bien que el enemigo es muy peligroso e inteligente; eso le da habilidades insospechadas que únicamente tú podrás contener.

Como en ocasiones anteriores, dicha consagración reflexiva contribuyó para llevar a feliz término el conflicto, mismo que no demoró más de un par de horas.
Una vez más salía victorioso del campo de batalla y era felicitado por propios y extraños.
Ulteriormente, al ir al encuentro de su esposa, como siempre, todas las estrategias aprendidas en sus lides bélicas intentará replicarlas en las artes amatorias.

Comentarios

  1. Bonito e inteligente blog, me imagino que aquí tendrás los documentos más interesantes en tu haber. Gracias por compartir.

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