Tiempos


Solíamos caminar por las tardes, desde el viejo nogal, el que se encuentra en la casa de Matías, hasta la antigua estación de trenes, más allá del arrozal.
Sarita y yo nos tomábamos de la mano con aparente inocencia; jugábamos al "cangrejo", para lo cual, después de dar un paso hacia adelante, procedíamos al regreso con tres o cuatro para atrás.
Eran recorridos interminables y agradables por mucho. Y es que no queríamos separarnos.

Se puede decir que ella fue mi primer amor infantil, así como también quien decidió mi inclinación hacia el gusto por las mujeres.

Y no es que no me atraigan los hombres, pero siempre prefiero una buena hembra.

El te dije y me dijiste generaba conciertos literarios, mismos que luego serían transportados a besos y caricias de nuestras respectivas desnudeces.
En ese entonces, en el arrozal, había una cabaña que atestiguó nuestro amor.

La cuerda donde se equilibra el signo
flexible pues rementaliza formas
regalo de satisfacciones nuevas
destrezas en el movimiento cuerpo.

Hay risas que recubren llantos
y cantos en color zapatos
y versos en esferas malabares
que vuelven los pesares en olvido.

El mágico retorno del infante
elegancia.

Con el correr del tiempo, hubo otras personas que ocuparon el lugar de Sarita, las más, mujeres, aunque también llegaron representantes del sexo opuesto.
Recuerdo, por ejemplo, a Ramiro, el hijo del molinero, con quien tuve mis primeras incursiones heterosexuales. Ah, e Isidro, con el que incluso habría vivido, claro, si él me lo hubiera propuesto.

Esos tiempos son los que parece que le faltan a mi vida.

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