Luz


Las letras bailotean al ritmo que establecen las modernas plumas cibernéticas, otrora teclas.
Palabras que emergen de una nada aparente y que, en verdad, han formado y forman parte del ente creador.
Entonces, en efecto, construyen alegorías y entramados que buscan con avidez la interpretación más adecuada.
Ésta no siempre llega. Es más, hay veces que, como se dice coloquialmente, brilla por su ausencia.
Pues bien, todo parece indicar que dicha luz, la que en apariencia no está presente, es el motivo real del existir literario; bueno, al menos así es en el autor de estas líneas.
Por un lado existe el mensaje emitido-pretendido y, por el otro, el o más bien los recibidos, pues éstos se multiplican casi que por cada lector en el esquema conceptual de la comunicación.
Aquí es en donde se sugiere que el escritor contemple la posibilidad de manejar la claridad que ofrece el brillo en contraposición con las sombras literarias.

Luz deliciosa y delicada
del mundo no perfecto de la ciencia
enlace de las hojas manuscritas
con nuevas cíber plumas de ave blanca
blasones de pureza sempiterna
linaje nobiliario y sin escudo
casona dinástica olvidada.

Momentos en la nada ausente
cuando a veces el hogar –la casa–
debiera mudarse toda
más allá del horizonte –verde–
en torno a las tonadas suaves.

Renace la idea de la brillantez del monte. Se entiende que el sol le da la vida a las hojas y por ende al campo mismo.

Gardenias y magnolias
adornan la espesura
liban las abejas.
Luz mueve
miel
y
   va
el vaivén
de las canteras.

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