El burbujero


–Me dedico a fabricar burbujas –dijo el anciano risueño, a pregunta expresa de la audiencia.
–¿De qué tipo?
Una voz aguda elaboró la solicitud, la cual podría haber sido de origen femenino o tal vez de algún menor; la aglomeración impidió distinguir la procedencia fonética.
–De todo y para cualquier uso –aclaró el de edad avanzada, quien sonreía de una manera espléndida y realmente maravillosa. Irradiaba una ternura especial, producto tal vez de su serena y firme posición ante la vida y los acontecimientos mundanos.
Efectivamente, a sus pies había un recipiente con agua en apariencia jabonosa, propicia para la elaboración de las pompas que, aseguraba, él fabricaba.

–Hace muy poco tiempo, tal vez menos de una semana, construí un hogar para niños desamparados.
"Eran cuatro en total, de distintas edades. Me vinieron a ver apenas ese mismo día y por la nochecita, cuando aceptaron la veracidad de mis dichos, ocuparon felices su nueva morada.
"Ayer se acercó por aquí un desquiciado. La palabra delirante fue lo que lo develó; él se decía iluminado; pero en realidad estaba loco.
"Le acondicioné una vieja burbuja desinflada e inservible. El sujeto quedó maravillado.

Así siguió contando varias experiencias recientes. Parece que sus convicciones en verdad regían su vida y por extensión, la de la comunidad.
Y esto fue así por muchos años, hasta que cambio el orden de las cosas.

La terrible noticia se la dio el representante de la municipalidad.
–Anciano –le dijo– el gobierno acaba de decretar la prohibición del jabón en cualquiera de sus formas.
"Venimos a recoger ese residuo que se encuentra a tu lado.

De los ojos llorosos del burbujero se vertió solamente una lágrima, misma que cayó precisamente en la sustancia inferior; en ese momento exclamó.
–Vean: aquí solamente hay agua, y es de tal pureza, que incluso se puede beber.

El encargado gubernamental, a una indicación del viejo, probó  el líquido.
–En efecto, la sustancia es transparente, inodora y no tiene sabor.
La multitud, entonces, se desconcertó.
Habían acudido a presenciar una especie de linchamiento público y, ante tan frustrante situación, comenzaron a retirarse del lugar.

Una vez que el último individuo abandonó el sitio, se dio el derrame de otra lágrima en el recipiente.
El de avanzada edad extrajo de entre su ropaje un objeto y lo introdujo a la solución.
Al retirarlo mediante un movimiento preciso, se formó una enorme pompa a la que ingresó sin dificultad.
La burbuja inició una lenta ascensión.

Adentro de la esfera, el anciano ya había dejado de llorar, mientras se decía: "aquí vamos, ahora, a buscar otro mundo alternativo".


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