Año 978 –crónica postal–


Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, el líder de Tula, conocido también como Nuestro Señor 1Caña Serpiente-Pluma Preciosa, fue uno de los mandatarios de mayor relevancia en el mundo antiguo.
El intercambio con los gobernantes de otras urbes, le propició una amplia cultura, manifestada, entre otras muchas disciplinas, en las costumbres gastronómicas.
Muchos de sus platillos favoritos se preparaban con pescado fresco.
Como la costa más cercana se encontraba a unos 500 kilómetros de la capital del imperio tolteca, se montaba una movilización impresionante, de la que eran parte fundamental el grupo de mensajeros-corredores que transportaban los ejemplares recién pescados en el mar, hasta las cocinas de la ciudad amurallada.
La existencia de estos atletas, se debía a operativos similares, en los que la precisión y la eficiencia determinaban el éxito o no de los encargos.
En las playas de Tecolutla vivía Huach Tecóyotl, el principal proveedor de presas acuáticas para el señorío, quien disponía de una balsa con todos los aditamentos para hacerse de ellas.
Tenía una rara habilidad para atraer cardúmenes de todo tipo. Principalmente en lo relativo a los peces que no frecuentaban las aguas superficiales. Su secreto consistía en anclar la barcaza y esperar pacientemente el tiempo suficiente de integración contextual.
Una vez transcurrido el lapso destinado, esparcía alrededor del bote un alimento especial, preparado con hojas secas y mieles selectas, que gustaba a los habitantes marinos.
Él sabía de qué manera dosificar las cantidades en los momentos adecuados, hasta que llegaba un número considerable de posibles especímenes a arponear.
Utilizaba solamente una larga vara, con fina punta de obsidiana, que engarzaba fuertemente la pieza seleccionada y atinada, después de haber realizado el lance con precisión.
La cuerda amarrada a la pulla estaba tejida con fibra de henequén, y era de gran longitud.
La punta, untada con sustancias anestésicas, hacía su efecto en unos cuantos segundos; de tal suerte que el animal herido no se alejaba demasiado del sitio en donde se encontraba el pescador.
Éste, cuando se percataba de que el cordel dejaba de moverse, comenzaba a tirar de él con firmeza, uniformidad y parsimonia.
Una vez recuperada la lanza con todo y presa, retiraba esta última con cuidados extremos, con el objeto de que el cuerpo no se desmoronara al sufrir el mínimo posible de afectaciones físicas.
Lo depositaba suavemente en una cama "preparada" con trozos de penca de maguey.
Entonces lo recubría con hojas de plátano que previamente había suasado. Este envoltorio vegetal hacía las veces de caja protectora y térmica, la que entregaba en la estación de salida.
Los caminos que instituyeron los mayas tiempo atrás, fueron perfeccionados durante el gobierno de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, a grado tal, que los corredores podían realizar sus tramos, descalzos y a gran velocidad.
Cuando Huach Tecóyotl salía a pescar, daba aviso al primer contingente de correos. La carga a transportar requería de un tiempo mínimo para su entrega, por lo que se iniciaba la movilización humana correspondiente.
Partían entre 10 y 12 corredores que se repartían a todo lo largo de la ruta de mensajería: el primero se quedaba a una distancia de 5 kilómetros, el segundo, a 10, y así sucesivamente.
Las postas se encontraban en intervalos aproximados de 50 kilómetros. En cada una de ellas siempre había alrededor de 15 emisarios.
El último de los corredores proveniente de la estación anterior, llegaba a dar el aviso y se repetía la misma operación a lo largo del camino frontal y hasta el siguiente puesto.
Cuando el o los pescados eran recibidos por el primer transportista e iniciaba el trayecto, podría decirse que todos los relevos, aproximadamente unos 100, ya estaban apostados en las ubicaciones propicias y con el tiempo suficiente de descanso para llevar el alimento perecedero con la rapidez requerida.
Los primeros correos atravesaban el área huasteco-totonaca; el camino bordeaba la ciudad de El Tajín, la que era administrada por el poderío tolteca.
De aquí pasaban al territorio dominado por los olmecas-xicalancas, con quienes el señorío observaba una cierta enemistad. De hecho, los caminos en ocasiones eran tomados por los habitantes de Tlaxcala, aunque no ejercían ataques, pues existía un temor, más que respeto, hacia el imperio.
En Cholula, sitio original del antiguo bastión olmecas-xicalanca, se encontraba una imponente estación postal; en realidad era un pequeño fuerte tolteca, cuya misión era sofocar el mínimo intento de rebelión.
El centro ceremonial de Cacaxtla también veía el paso de los corredores; mismos que efectuaban relevo en la decadente ciudad de Xochitécatl.
La última estación se ubicaba en Teotihuacán, lugar en donde estuviera el imponente centro ceremonial hacia el año 650, y que, cien años después del gran incendio, ciertos grupos errantes lo habían utilizado como lugar de paso.
Las ruinas de lo que fueran impresionantes palacios eran testigos de las correrías de los emisarios postales.
El arribo a la enorme ciudad de Tula, siempre era un gran acontecimiento.
Las piezas a hornear eran recibidas en la cocina del palacio central.
El alimento debía de prepararse con cuidado y esmero, con el fin de emular la ardua labor realizada.
Se dice que Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl degustaba todos los platillos con una exquisitez asombrosa; pero los realizados a base de productos del mar, le merecían todavía un trato superior.
Muy en el fondo, es muy probable que venerara los trabajos de los súbditos involucrados.

Comentarios

  1. insisto en una delicadeza que veo o presiento en tus escritos...justamente es donde dejas ver tu alma siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

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