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Mostrando entradas de junio, 2020

Recuerdos 200628

Cuando era niño, vivía en un departamento en un 2º piso. Esto sucedió cuando yo tenía entre dos y cuatro años de edad, perteneciente a una familia de recién inmigrados del campo a la gran ciudad. Recuerdo que, a cierta distancia de la ventana de la fachada principal, por donde me asomaba, había dos edificios que, en mi mente infantil, los "construí" como si fueran una barrera natural, como un muro que dividía dos zonas urbanas: una de cierta carencia (en donde me ubicaba –no sé bien el motivo de considerarla así–) y la idealizada por mí que "existía" detrás de la pared también inventada por mí. En mis sueños recurrentes visitaba el interior de esa región desconocida y creo que en la división o lindero había una barrera "natural" de enormes árboles. Obvio, éstos se encontraban después de los edificios-muralla. Bueno, aquí viene lo verdaderamente importante. ¿Qué había en ese sitio mítico? Un parque urbano con andadores, vegetación y, sobr

Evocaciones

A manera de flor se han hecho los dobleces y arrugas de las sábanas. La noche ha sido intensa y preferimos mirar nuestras desnudeces. Además de las posiciones (ante la vida y en la situación), hemos intercambiado muchas cosas: fluidos pensamientos y soledades en principio. Evocamos a Neruda y a Freud, así como también a Carl Orff: fortuna en la taberna, en la misma que “hace blanquear los mismos árboles”… Nosotros, en este caso, sí somos los mismos… todavía. –Parece rocío sobre los pétalos de tela. –Es la vida… la vida misma. –Me gustas pues… cuando no callas… ⓘ ™

Atardecer

Hace un rato abrí la ventana de la fachada de la casa. Vi el arbotante encendido en un amanecer temprano o, mejor dicho, claro. Me remonté a mi infancia citadina pero, sobre todo, a las vacaciones al terruño. En esos tiempos, hace apenas medio siglo, el pueblo se vivía de una manera distinta y deliciosa. Todas las casas estaban abiertas. De hecho, en las noches, mi abuelo colocaba una tranca en el portón principal, mas creo que era como para ahuyentar a los espíritus chocarreros más que para protegerse de otros seres vivos. Las tardes las vivíamos con esa lentitud que da la satisfacción de la certeza así como de realizar y apreciar cosas sencillas, cotidianas y necesarias. Recuerdo, por ejemplo, juntarnos para desgranar el maíz de las mazorcas maduras. Mi abuela, con esos granos, preparaba el nixtamal y, en la incipiente modernidad, íbamos al molino mecánico a convertir esa revoltura en rica masa clara que era la materia prima para la elaboración de los más suculentos platil