De mañanitas
Me gusta regar el patio frontal de la casa, sobre todo antes de que aparezca el sol. El frescor de la mañana alimenta mi piel y mis sentidos todos. Huelga decir que la tierra mojada me produce la satisfacción de retornar al contacto con el origen. Veo el rosal y le echo agua abundante; así, sus flores mantienen la constancia de adornar tanto el jardín como la fachada. Piso el césped con mis pies desnudos y entro en contacto, todavía más, con la sabia naturaleza. Los alcatraces me saludan, junto con la mata de chiles. Y las violetas; ah, las violetas, las que quieren ganar espacio a contrapelo de toda la herbolaria. Más allá, como siempre, florece el arbusto que renace a cada poda, limpia o roce de tan venerado espacio. Trae colores varios, desde el amarillo hasta el violeta, en el entorno blanco y verde. Al final aspiro el aire que se siente rozagante, como yo, y juntos (re)iniciamos con vitalidad las labores cotidianas. ⓘ ™