Vértigo



Al dar un giro sobre su propio eje, se dio cuenta del peligro. Aunque no lo quería, porque no deseaba incrementar el temor, dirigió su mirada -de reojo- hacia la lejana distancia inferior y alcanzó a ver los pequeños vehículos que circulaban abajo (en la aparente calle diminuta).
Levantó el rostro de inmediato y recibió en el mismo, en un breve intervalo, un incipiente brillo que provenía de un pequeño orificio enfrente de su vista.
Decidió desplazarse hacia dicho lugar, para lo cual extendió sus brazos con la finalidad de mantener un cierto equilibrio.

Al mover simultáneamente ambas extremidades inferiores, dio un traspié y estuvo a punto de venirse abajo.
En verdad que demostró tener muchísima fuerza en la planta derecha, ya que hubo un momento en el que exclusivamente en ella se concentró y soportó el doble peso corporal, esto es, el propio de la masa específica aumentado por el requerimiento vital de la verticalidad.

Gotas frías de sudor empezaron a recorrer su cuerpo. Caían básicamente de su abundante cabellera. El cuello brillaba denotando el nerviosismo. Parece que el llanto también comenzó a aflorar.
Entonces su vista se nubló al ser inundados los cuencos con la imponente presencia de los fluidos. Instintivamente, y al mismo tiempo, movió sus manos; las llevó a su cara e inició un tallado en los ojos que le permitió mirar una de las últimas emisiones luminosas.

Cuando terminó de funcionar el haz de luz, su mano izquierda alcanzó a sujetarse del único objeto seguro en todos los alrededores.
A pesar del terror, adquirió la seguridad y sobrevivió, por esta vez.


(publicado en noviembre de 2010)

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