Recuerdos 200628


Cuando era niño, vivía en un departamento en un 2º piso.
Esto sucedió cuando yo tenía entre dos y cuatro años de edad, perteneciente a una familia de recién inmigrados del campo a la gran ciudad.
Recuerdo que, a cierta distancia de la ventana de la fachada principal, por donde me asomaba, había dos edificios que, en mi mente infantil, los "construí" como si fueran una barrera natural, como un muro que dividía dos zonas urbanas: una de cierta carencia (en donde me ubicaba –no sé bien el motivo de considerarla así–) y la idealizada por mí que "existía" detrás de la pared también inventada por mí.

En mis sueños recurrentes visitaba el interior de esa región desconocida y creo que en la división o lindero había una barrera "natural" de enormes árboles. Obvio, éstos se encontraban después de los edificios-muralla.

Bueno, aquí viene lo verdaderamente importante.
¿Qué había en ese sitio mítico?
Un parque urbano con andadores, vegetación y, sobre todo, mucha luz, así como un carrito expendedor de paletas y helados.
¡Qué requerimientos tan simples (en apariencia)!
Iluminación o brillo y un postre o alimento (también aparentemente) no esencial, pero dulce y helado, de consistencia cremosa.

A partir de este texto, podría realizar un enorme tratado sobre la ciudad y su equipamiento, así como acerca de la orientación (en todas las acepciones posibles) de la arquitectura. Ah, también de la alimentación y el placer infantil.
Pero no lo haré.
Tan solo se quedará aquí, a manera de recuerdo, como una crónica o pasaje de mi vida.

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