Atardecer


Hace un rato abrí la ventana de la fachada de la casa. Vi el arbotante encendido en un amanecer temprano o, mejor dicho, claro.
Me remonté a mi infancia citadina pero, sobre todo, a las vacaciones al terruño.
En esos tiempos, hace apenas medio siglo, el pueblo se vivía de una manera distinta y deliciosa. Todas las casas estaban abiertas. De hecho, en las noches, mi abuelo colocaba una tranca en el portón principal, mas creo que era como para ahuyentar a los espíritus chocarreros más que para protegerse de otros seres vivos.
Las tardes las vivíamos con esa lentitud que da la satisfacción de la certeza así como de realizar y apreciar cosas sencillas, cotidianas y necesarias.
Recuerdo, por ejemplo, juntarnos para desgranar el maíz de las mazorcas maduras. Mi abuela, con esos granos, preparaba el nixtamal y, en la incipiente modernidad, íbamos al molino mecánico a convertir esa revoltura en rica masa clara que era la materia prima para la elaboración de los más suculentos platillos gastronómicos. En este caso, había quedado atrás el metate.
En el cuarto destinado a cocinar había una olla de barro de la que se bebía el agua más sabrosa que alguien pudiera imaginar: fresca y con un sabor inigualable aun hoy día por cualquier marca envasada.
Ahí se hacía queso y mantequilla para consumo nuestro, así como chorizo y longaniza. Ah, también la salsa molcajeteada: chiles y jitomates soasados y triturados en el mortero pétreo.

Jugábamos lotería o polaca, con varios premios por barajada: esquina, ambo y amarre, entre otros, hasta gritar la ansiada: ¡lotería!
No conocíamos la palabra bingo.
Yo iba previamente a la casa de mi padrino a besarle la mano (en el sentido literal) para conseguir el dinero que apostaría en los juegos de azar familiares.
Así, las tardes todas caminaban lentamente hacia la noche y nos daba la madrugada y el sereno en un ambiente de paz y armonía.
Nuestros padres nos hicieron unidos, al menos en ese entonces.
Ahora, acá, en la gran ciudad, existen otros elementos que contribuyen al desarrollo existencial.
No creo, sin embargo, lo que muchos contemporáneos externan: que "lo mejor era lo de antaño".
Pienso que ésa es una nostalgia equivocada.
Considero que una mezcla ecléctica, en la medida de lo posible, sería el objetivo a cumplir.

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