Claustro


Del libro que revisaba, iba destacando aquellas líneas que la remitían a circunstancias particulares.
Marcó por ejemplo:
“Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero (…)”, así como también "(…) viviendo engañas y muriendo enseñas”.
Hojas adelante se detuvo en “Afuera, afuera, ansias mías; no el respeto os embarace: que es lisonja de la pena perder el miedo (…)”.
Y casi al final, cuando estaba a punto de subrayar el consabido “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón (…)”, la dueña del antro le gritó:
-¡"Sorju", te llegó un cliente!

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