Ruedas


El movimiento tiende a ser circular en la medida de lo posible.
Salivas y sudores recorren la piel lechosa en dos acepciones:
Por un lado, las formas cónicas de los montículos lácteos ayudan en el desarrollo de la figura geométrica sinuosa.
Por el otro, el lecho corporal, a manera de nido, sin más, es ofrecido-entregado al hombre (de esta manera podría decirse que se cierra el ciclo).

Espalda y vientre, en sus partes inferiores también reciben la descripción, en este caso, de pequeñas y casi imperceptibles ruedas llevadas por las yemas de unos dedos ansiosos, toscos en apariencia, pero manejados con esa ternura singular que otorga el amor.

Las redondeces de las formas originales, las que en la erosión cosmogónica y orgánica han servido como el vehículo para fecundar la reproducción de la vida, juegan en lances firmes y rítmicos que, de alguna manera, se confunden y armonizan con el mismísimo movimiento de la Tierra.

Intervalos en los arremetimientos hacen que el concepto de la penetración se reafirme en cuanto a su acepción original y milenaria: La certidumbre de la pertenencia (y de esta otra manera podría decirse que una vez más se cierra el círculo). 

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