Charly


La voladora es un objeto de los fuegos artificiales construido por los artesanos mexicanos, que gira sobre su propio eje a una enorme velocidad y sube a las alturas irradiando una bellísima estela centrífuga.




El rehilete de la vida me hizo creer que era ese ratón blanco: el que adquirió cierta inteligencia y pudo resolver los más intrincados laberintos para alcanzar el alimento; como aquel personaje cinematográfico que, para sorpresa de sus detractores y enemigos, manejó una complicada máquina.
Charly era su nombre. Padecía una afectación neuronal que lo hacía parecer con retraso cerebral.
Al igual que el pequeño roedor, fue sometido a un tratamiento que mejoró su capacidad de raciocinio; a grado tal que, por encima de los científicos, manejó la investigación de su propio desarrollo; por eso, cuando descubrió la muerte del animal de laboratorio, supo lo que le deparaba el futuro: el regreso a su origen.

 

El tiempo que la voladora se mantuvo en el aire, fue suficiente para que incluso pudiera enamorarse de su entorno; ya luego dejó de brillar para los ojos humanos, se apagó y aún humeante se vino abajo.



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