Encuentro en el bosque


Te vi crecer a la par que este relator hacía lo propio. Aunque, claro, sé que en un principio no me dedicabas ni una mirada siquiera. Como se dice: no me tirabas ni un lazo. Pareciera que observabas hacia otros horizontes.
¡Cómo me costó trabajo poder llamar tu atención! Y es que mi revestimiento generó una dura coraza, a manera de arrugada pero firme corteza.

Inicié con limitados susurros realizados por mi voz a través de las hojas y las largas ramas. 
Tal vez no fueron suficientes por ser tan imperceptibles; esto debido a mi necedad de no gritar a través de la espesura.

A continuación fueron los arrullos, así como los vaivenes y resoplidos. Aquí debo confesar la gran ayuda recibida de mi eterno amigo: el viento.

Al final, parece que lo contundente fue el ofrecimiento, más que de los frutos jugosos, de las abundantes flores coloridas (guardé unas, por cierto, para la ocasión).

Provoqué al leñador, obvio, sin que él lo supiera y ahora, por fin, después de tanto tiempo, llegaré hasta ti.
Las sierras han cumplido y, por fortuna, la maniobra conjunta hará que me postre a tus pies.
Sé, por crónicas de raíz de nuestros ancestros, que permaneceré con vida el tiempo justo para que te manifieste mi amor. Bueno, más bien para que te ame.
Por eso, una vez más con la ayuda del viento, saltaré más allá de mis segadas cimientes y trataré de rodear tu talle con delicadeza y dulzura. Me he preparado toda la vida para este momento.

Amor: he comenzado el descenso; voy hacia ti.

Comentarios

  1. increiblemente dulce a tu conocida manera de tratar a las damas.. Sorprende y envuelve...diria ... una avalancha de delicadezas

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