Hombre


Hoy quiero escribirle al hombre, mas no al previsible en las letras: padre, hijo o hermano.
No, tampoco al que, sin ser consanguíneo, pudo haberlo dado todo por uno.
Pretendo plasmar ciertas ideas de carácter occidental en relación al ente masculino, a sabiendas de que no le encuentro belleza ni en las espaldas, ni en el cuello ni en su virilidad, así como tampoco en la posible redondez de las nalgas.
Ah, difícil iniciativa.
¿Pasaré por homosexual?
No lo sé y en realidad, no me importa.
Aclaro que no es accidental este texto. Pienso que manifiesta un sentir auténtico e innato, mismo que se desfigura a lo largo de la interacción social y que, por cierto, puede recomponerse en la sexualidad más genuina y de carácter heterosexual.
Cuando la mujer besa a un hombre, sin duda le encuentra ciertas características atractivas que yo, por mucho, no percibo.
El cuidado personal del suscrito vigila cuerpo y rostro en un muy posible auto-gusto o ¿por qué no? autosatisfacción, pero de difícil encuentro y/o apreciación en otro.
Por eso enfatizo ahora el reconocimiento (en toda acepción) al ente humano masculino.
Por lo general es la mujer quien le escribe al representante del sexo opuesto y éste el que hace lo propio con ella.
Quienes conocen al suscrito saben que sus letras siempre se ejercitan en hartas posibilidades, tanto temáticas como formales.
Así que hoy correspondió el turno a el hombre.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Debo disculparme?

Ojiva –planeación y resistencia

Hilos