La luna de testigo


Y voy con la corriente de tu encanto
al borde de ese acuerdo milenario
gozar cuando te quitas el vestuario 
así como después del adelanto.

Sin besos –como barra de amaranto–
ejerces bajo el cielo del lunario
y yo que pertenezco al signo Acuario
no niego obvias verdades: no soy santo.

No hay llanto ni pecado en mis placeres
incluso bajo críticas mordaces
de gente practicante en sus ayeres.

A mí me facilita hacer las paces
con todos los amantes de mujeres
no importa si interpretan mal mis frases.

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