Oración de finales del mayo de 2021

Continúa embargándome la emoción al recolectar semillas que podré utilizar en terreno fértil.

Claro, aún construyo un jardín más acá de la imaginación y me siento muy contento al tratar de establecer una conexión con la tierra nuestra (tema en estos tiempos tan socorrido).


Sigue rondando, como siempre, la imperiosa necesidad de ahuyentar la palabra hueca: la que nada aporta y que, por desgracia, tiende a invadir el entorno.


La moderna agricultura (lo escribí en febrero del año pasado y sigue vigente) se confunde con la antigua arquitectura: me refiero, sobre todo, a la búsqueda inminente de la vida en la naturación vertical y en las alturas.


La necesidad de la fertilidad me remonta a ortodoxas prácticas ancestrales mesoamericanas (no tan halagüeñas –como la de Xipe Totec–).

Por fortuna, trato de seguir un hilo cultural entremezclado y... regreso hoy, no al origen primigenio (al eterno femenino), sino más allá aun: al principio de la siembra terrenal. La estancia doméstica reafirmada por el descubrimiento de la agricultura.

Es temporada de mangos, fresas y frambuesas: es el tiempo irrestricto de la vida y de... la mujer.


Soy hombre y trato de establecer conciencia (de nuevo: contacto) con la fertilidad nuestra.

La procreación está en un lugar de privilegio, casi de culto. Por eso es bueno voltear el rostro de vez en vez: cuando inminentes movimientos de cambio nos rodean.


Lo anterior, palabras más palabras menos, lo escribí hace más de un año, al inicio de esta reclusión domiciliaria, antes de saber a ciencia cierta que se iba a dar el tremendo cambio radical de estadía doméstica.

Entonces, reiteré mi pasión por el bien hacer tanto como por el buen decir.

Reunir el pensamiento positivo con las buenas vibras cósmicas para beneficio de todo tipo de sentimientos y posturas ideológicas.


La protección que otorga la vacunación, por fortuna, va en extensión.


Aun dentro de las satisfacciones, tienden a hacerse presentes las adversidades del diario vivir y se generan esas luchas internas que a veces afloran e irrumpen en el continuo existente.

Debo pues de sonreírle a esta situación para tratar de afrontarla con la mejor de mis actitudes.

Hoy pues, comparto la maravillosa experiencia de la continuidad en cuanto a lo tolerante y lo apacible (confieso la enorme dificultad que todavía subsiste en el entorno para lograrlo).

Iniciaré la cotidianidad, una vez más, con agrado y energía.


Agradezco una vez más a quienes dieron la vida, de una u otra forma, para construir la felicidad de los míos y la mía propia y, sobre todo, por permitirnos participar de el gran banquete de este nuevo y brillante amanecer.

Deseo para todos el bien decir, el bien hacer y la adquisición de sentimientos sacros por encima de las maledicencias.


La vida, reitero hacia esta época sui géneris, es muy corta como para no dar, aunque sea a través de la distancia, misma que, parece, va siendo cada vez más corta.


Comentarios

  1. Como siempre muy poética, sensible e interesante tu reflexión, gracias x compartir, Los Amo!

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