El flautista Kokopelli



Los chichimecas chalchihuites eran reconocidos por sus atributos sexuales, no necesariamente en lo referente a las características antropomórficas masculinas, sino en las habilidades de mujeres y hombres en lo relativo a las satisfacciones carnales mutuas. 

La segunda esposa del flautista Kokopelli fue Naira, hábil en el manejo de las bebidas rituales que prolongaban los tiempos eróticos, más allá del escepticismo común, hasta convertirse en lapsos impredecibles e imprescindibles. 

Su hermana Tamohí, quien había sido la primera mujer de Kokopelli, le había enseñado al flautista el arte del uso manual en recorridos táctiles y con los detenimientos justos y necesarios en las zonas erógenas adecuadas y dispuestas. 

Dicen los que saben que, era tal el embrujo del marido que, Tamohí, antes de partir a unos encargos pendientes en aldeas vecinas (viaje del que nunca regresó), decidió convidar del acontecimiento sexual a toda su parentela femenina. 

Así que, a la muerte de Naira, el músico decidió no contraer más nupcias y dedicar su vida a interpretar la flauta y a recorrer el señorío chalchihuite. 

Luju Yun, la de mirada salvaje, fue la primera mujer que estuvo con el sensual Kokopelli en su nueva soltería. 

De aquí siguió la dama Tamtoc y posteriormente, Téenek Da'ache, la doncella encantada. 

Sus hazañas sexuales recorrieron prácticamente toda el área chichimeca, lo cual quedó plasmado en los petroglifos encontrados en los lugares más inverosímiles circundados por las civilizaciones serisyaquis y pueblo. 

Se dice también que su música era cautivadora a tal grado que invitaba, aparentemente sin saberlo, a cuanta mujer se encontrara en sus andares, independientemente de su condición marital. 

Los Hopi, entre otros, se han disputado la paternidad del personaje, al identificarlo con una deidad fértil y portadora de lluvias y calores. 

Y todo porque uno de sus arribos coincidió con un deshielo precoz después de varias semanas de helada; de ahí que se aumentaran sus dones y atributos con el de “el que derrite las nieves”. 

Más de un centenar de hijos le son atribuidos, pues parece que era noble y señorial el que las doncellas manifestaran un embarazo de tan peculiar personaje, casi exclusivamente por el hechizo de su flauta. 

 

 

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