Cetro K'awil y el origen de las mayordomías


No sé por qué nadie me quiso creer.

Y ahora allá vienen todos a preguntarme: que ¿qué te dijo?; que ¿cómo lo supiste? Y todo eso.


La noche en la que se quedó el K'awil en la casa del mayor Dom Maal, la verdad es que no pude dormir, estaba yo rete asustado. Y es que afuera había una penca de henequén bien alta, tanto así que rozaba el muro de atrás de donde me encontraba acostado y tratando de dormir.

Es que se dicen muchas cosas del agave ese, desde que su aguamiel hace limpias de cuerpo, hasta sus caminares por las paredes cuando son grandes. Y el que había afuera era bien alto.

Con decir que hasta se me olvidó que faltaba bien poquito, apenas unas cuantas lunas, para que dejara de "preparar" mi barbilla en su parte de arribita y pudiera presumir el bezote que el mayor me había prometido (sí, me refiero a ese adorno que los hombres empezamos a utilizar al cumplir los doce años).

Por eso, cuando se me apareció el K'awil, yo ya estaba temblando del miedo. Y vuelvo a jurar que su cara era la mismita que la del Señor de los palacios, al que conocí cuando mi mayor Dom Maal (o mayordomo: como yo le digo), me llevó allá. O sea, que ésta ya va a ser la segunda vez que voy, pero ahora en esta procesión con ofrenda y todo.


La cosa es que, cuando la vi caminar y escuché lo que decía la estatuilla, me ofreció comida; y pues todos saben que si mis tatas me encargaron con el mayordomo fue por mi manera de comer. En cada sentada yo podría comerme un venado completito.

Así que, mientras me deleitaba con los platillos que el idolito viviente me iba ofreciendo, el mismo me decía que el monarca acababa de morir y que debía regresar él rápidamente al palacio, con el fin de que el heredero al trono pudiera portarlo en el acto ritual.


No sé por qué, pero el guiso que más me gustó fue el de faisán enchilado, estaba bien picoso. Esto lo digo porque en esta procesión en la que llevamos un montón de noches acampando, no he comido algo tan rico.

Y 'orita que vamos a ver al Hijo del Señor en la mismita ciudad de los palacios, dicen que él quiere que sea yo quien le entregue el cetro este, que 'zque por designio divino. 

 

 

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