Deformación craneana olmeca

 

Dice la crónica que el señor Catlatélotl extravió su atlatl o lanzadardos en una incursión a la selva de Xacan, por lo que uno de los primeros días de la luna, el tercero para establecer precisión, decidió buscarlo en el angosto camino del zapote negro. 

En ese lugar, justo en la curva del hule, nuestro señor Ehécatl de los vientos tuvo un altercado con el mismísimo Tláloc de la lluvia y, según comentan los videntes de la gran plaza, se les escapó una lanza de fuego, cuya luz deslumbró a Catlatélotl, por lo que no se percató de que el rayo partió el tronco del gran árbol y una enorme rama de éste, a su vez, golpeó frontalmente el rostro del monarca y sacerdote. 

El séquito levantó el cuerpo inconsciente del señor que mostraba su cara abierta por mitad, cual mariposa de alhelí.
No podía hablar, pues su boca no existía como tal; bueno, más bien toda su faz fungía con esa abertura, por lo que carecía en definitiva de control facial muscular. 

En virtud de que la sangre obstruía tanto conductos digestivos como respiratorios, la curandera señorial, quien nunca se alejaba del Soberano, realizó una incisión en el cuello bajo y le colocó un tubito de carrizo para que pudiera respirar. 

Inmediatamente juntó ambas partes del cráneo frontal utilizando ceniza de lagarto, junto con la rica herbolaria que se practicaba en toda la región. A manera de vendaje aplicó largas tiras de las dúctiles hojas obtenidas del plátano, previamente suasadas. 

Por último, oprimió con firmeza la frente del soberano con tablillas confeccionadas de maguey, las que tuvieron un comportamiento a manera de torniquete morfológico. 

Al cabo de cuatro largos meses, entre curaciones y reajustes del complejo mecánico que operó en la cabeza del monarca, el gran sacerdote y prestidigitador anunció la total rehabilitación del mandatario. 

Debido al alargamiento encefálico sufrido, se determinó que la raza naciente representara en su conjunto la morfología craneana del gran señorCatlatélotl. 

Así que a los varones recién nacidos se les aplicó el torniquete señorial y en un lapso de tres años, la deformación del cráneo ya era irreversible. 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Debo disculparme?

Ojiva –planeación y resistencia

Hilos