El fin de los atardeceres tristes


Tras breves ilusiones se presentan 
en foros ancestrales (detrás de bambalinas)
agraciadas noticias para amantes inquietos
de embrujos seductores en la escena 
y un brindis del ocaso que invitan los histriones
al viento decidido en la montaña.

Vinieron de la noche las palabras
parecidas a niños ansiosos y rebeldes
con vista reversible cual suéter colorido
con épocas preciadas en años engarzados
y risas en el llanto de seres invencibles
de alientos en cascadas detenidas.

Las uvas destiladas se entienden con las viandas
y el sol de entre las nubes dibuja una caricia.
Se parecen a infantes
graciosos y queridos
actores de la vida después de la añoranza
con fecha y calendario cumplido en las campiñas 
ausentes de la historia rescoldos aguerridos
risueños en el llanto de las glorias.

Neruda mencionó
la palabra sin ecos
los caracoles blancos
y la abeja silenciosa.

Se trata pues también
de ya no entristecer atardeceres.

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