Después del primero


Escuchaba el segundo movimiento del concierto para piano, precisamente del mismo número, de Shostakovich.
Su imaginación, junto con la fuerza orquestal y los remansos del instrumento solista, giraban de una manera elegante y sutil.
Cuando cerraba los ojos, se transportaba a muchos años luz de distancia, probablemente a lugares todavía no descubiertos por la astronomía moderna.
La majestuosidad de esta música sin parangón, por motivos de índole estrictamente personal, a su vez, lo retornaban a ubicaciones terrestres conocidas.
Bosques cercanos a la selva lacandona, así como lagos extensos y coloridos en la frontera chiapaneca, misma que alberga excelsas ruinas mayas, tanto en Bonampak, como en la bellísima ciudad de Yaxchilán.
La imponente crestería de los templos antiguos en armonía con la flora montañosa que, de alguna u otra forma y con el devenir histórico, había absorbido a los vestigios arquitectónicos, lo condujo inevitablemente y en el trayecto auditivo, a modernas salas de concierto en donde la acústica alimenta los oídos más delicados, al tiempo de que las líneas isópticas permiten esa observancia, no tan solo de los intérpretes, sino de ‘la música’.
Siempre se ha sabido historiador y soñador, dos oficios en apariencia encontrados.
Últimamente ha ocupado sus tiempos en una construcción sin precedente.
A eso dedica su vida.

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