Crónica 20180524



En mayo de 2018 asistí a un concierto de Wim Mertens en una Sala Nezahualcóyotl con la mitad de las butacas vacías.
Este pianista belga probablemente sea uno de los mejores músicos contemporáneos.
Del llamado estilo minimalista (tan difícil de definir en casi todas las disciplinas) hasta lo último en cuestiones de armonías y complejidades interpretativas, presentó un vasto programa para piano, clarinete (a veces sax) y voz.
En varias ocasiones me emocioné como hacía tiempo que no me sucedía.
Los ojos se me humedecieron junto con el vientre y el corazón, estos últimos en un sentido figurado auténtico, no así los representantes ópticos de mi cuerpo.
Mis oídos se embelesaron ante tanta delicia acústica.

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