Hardcore –sexo explícito–


Primero aparecieron los pies de ella, bien torneados y cuidados. En las uñas delineadas podía verse un filito blanco en la orilla.
El tobillo claro, con su presencia firme, parecía conversar con el entorno.
Después de varias pisadas de aparente liviandad sobre el tapete, se detuvieron antes de llegar a unas colchas relucientes y colgantes.
Estaban enfundados en unas sandalias con finas correas y un enorme tacón incoloro que presentaba cierta transparencia.

Cuando hizo presencia el par correspondiente masculino, éste sí, descalzo y proveniente de la parte alta de la cama, se percibía fuerza y prestancia así como entrega y disposición.
Las extremidades de los dos participantes apuntaban hacia direcciones opuestas... encontradas.

Hubo un momento en que los muslos de la mujer, en su parte trasera, chocaban con la correspondiente de las pantorrillas. Entonces, sus dedos inferiores flexionados, ya fuera de las zapatillas, soportaban estoicos todo el peso corporal. Había un pequeño muelleo, casi imperceptible. Se formaba una especie de curva angular que correspondía formalmente, desde su origen en el piso, hasta llegar al talón y a través de la planta levantada (en la que se apreciaba el vaivén).

Al cabo de un rato en el que no hubo variantes de relevancia, los desplantes de ella volvieron a la horizontalidad al tiempo que muslos y pantorrillas se elevaban.
Se dio un cambio de posiciones. Ahora ella se encontraba de espaldas a la cama. Sólo se percibía uno de sus pies, el que se encontraba en segundo plano. Él era el que en esta oportunidad parecía estar en cuclillas, aunque la tensión que aparecía y se desvanecía, acusaba tal vez unos movimientos de rostro en actividad de degustación.

A continuación solamente quedó una sola extremidad. La flexión que denotaba dicho pie suponía movimientos rítmicos vigorosos.
A ella no se le veía, pero las sobrecamas colgantes, en instantes, rozaban el piso en consonancia con el ir y venir masculino.

De nueva cuenta, después de este último intervalo, aparecieron las plantas femeninas, ahora apuntando en dirección a la cama y con bastante distancia entre sí mismas.
El hombre continuó mostrando solamente una extremidad y también siguió ejerciendo el muelleo rítmico, ahora sí bastante visible y en concordancia con la respuesta móvil de ella, la que en ocasiones rompía con el esquema, como acusando algún esfuerzo extremo o, probablemente, cierto dolor placentero.
Se dio varias veces el hecho de que él bajara su otra extremidad y ella se girara, posando sus dedos flexionados sobre los masculinos, de tal forma que su cuerpo subía.

Casi todas las posiciones descritas fueron retomándose de a poco, con mínimas variantes, salvo que acusaban más rapidez o urgencia.

En los tobillos, ya al final del encuentro, se alcanzaban a percibir recorridos de gotitas, probablemente de sudor, que provenían fundamentalmente de la parte superior de las entrepiernas.

El tapete, entonces, volvió a la soledad habitual. 



Comentarios

  1. Una muy buena descripción boyeurista. Con detalles insinuador, a media luz. Gracias.

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