Anécdotas académicas 02/03/2019


Hace unos días me preguntaron si había mujeres albañiles.
Mi respuesta inmediata fue (es) un rotundo No.
Entonces inicié una reflexión.
El trabajo de albañilería, de entre la mayoría de los oficios, es, por mucho, uno de los más duros y pesados y, si bien es cierto que, el oficial prácticamente da instrucciones en cuanto a preparado de mezclas y carga de bultos y botes, para llegar a tal grado dentro de la escala gremial, al principio debió haber sido ayudante o chalán. Y éste es un ente de carga y esfuerzos extremos.
La mujer, en este ámbito, simple y llanamente no tiene cabida.
Pero, además hay otra razón, tal vez más poderosa que la anterior: ésta responde al recalcitrante machismo que impera, no necesariamente en la industria de la construcción, sino en el sistema social de los obreros dedicados a las labores de albañilería, pues, al menos en México, provienen principalmente de grupos de indígenas en los que la mujer ha sido relegada, quizás por costumbres y tradiciones, a labores eminentemente domésticas.
En obra, eso sí, abunda el personal femenino dedicado a las limpiezas, tanto gruesa como fina, labor que, dicho sea de paso, para nada es "ligera".
Lo más que yo he visto en el campo edilicio, como mano de obra, han sido mujeres pintoras e instaladoras eléctricas y de ahí: supervisoras y/o residentes de prácticamente cualquier partida.
¿Que si son respetadas en la obra?
Exactamente igual que cualquier técnico o profesionista hombre: esto es, que si tiene la entereza pero sobre todo el conocimiento, sin duda será respetado(a) por todos los obreros; si no, será objeto de burlas y ataques.


Arq. Ignacio González Tejeda

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