Cisnes en el lago


La hormiguita Bere sabía de muchas de las cosas que ocurrían en torno a lo que ella denominaba sus "domidos", término inventado por nuestra amiguita, formado con las palabras dominios y nido.

Tal era el caso de uno de los espectáculos del lago y sus elegantes navegantes.
Esos enormes seres ejecutaban exóticos bailes al compás de la música que se originaba en el bosque.
Esta era una de las pocas actividades en las que Bere no requería de compañía.
Llegaba cuando el sol estaba a punto de ocultarse, con el tiempo justo para presenciar los preparativos.
Las blancas aves, en efecto, parecían preciosas bailarinas con tutú y diademas de un blanco reluciente.

En el centro del estanque había una enorme roca de la que salían, uno a uno, todos los cisnes como si representaran una caravana o procesión uniforme.
Cuando el último navegante abandonaba la roca, comenzaban a realizar piruetas, siempre acompañados por las dulces melodías que se originaban:
"Ujúuuuu" ululaban los árboles.
"Fuíu fuíu fuíu" silbaban los pajaritos que revoloteaban encima de las aves majestuosas.
"Croac croaaaaac" participaban los anfibios, apostados siempre en primera fila.
Con todo esto, Bere se transportaba a mundos de turrón y chocolate, y en esos lugares se imaginaba las más increíbles historias.

Los cisnes saltaban, giraban y movían sus alas con precisión
Eran ballets y sinfonías impactantes que alimentaban el corazón de Bere.

Al caer la noche, la hormiguita abandonaba el lago con una enorme sonrisa en el rostro, producto de una satisfacción plena.
Y entonces se decía:
"Ahora: a dormir con las pilas recargadas, que mañana será un bello día".


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Comentarios

  1. Bellísimo.
    Con altos valores morales. Digno de ser leído por los niños. Gracias.

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