мᴜjᴇʀ мᴜJᴇʀ


Mester de clerecía

La cuerda niña dibujó piedades
al paso edades vislumbró crecientes
y el viento trajo de verdad dolientes
con verdes notas transitó ciudades.

Y ya mujer se descubrió crueldades
en medio de ella percibió indolentes
envejeció alejada de inconscientes
pero eso sí rodeada de verdades.


Mester de juglaría

Y así fue que la historia le dibujó el camino
bebiendo vino en copa se convirtió en un nido
por eso se le ve ya sin más bella
radiante sí feliz cual degustara fresas
o bien duraznos del árbol claro
o simple leche del fiel ganado
niña mujer hermosa pernoctas en el aire
y velas por tus hijos cual caballero errante.


Mester de cortesía

Al paso del tiempo, ella sencillamente dejó de mantener ambigüedades y replanteó la manera de manejar la información adquirida; advirtió sin embargo que su camino no era tan llano. Y alabó lo que tuviera que alabar y festejó lo que le vino en gana. Su sonrisa entonces fue franca y delicada, y su voz se tornó en una delicia. Es por demás el decir que su vida toda, a partir de esos aconteceres, se convirtió en una caricia al viento y, al igual que sus cantos, se fundió con lo más puro y natural: flor y animal.

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