Sucesos


La débil y bella creación entra a escena.
El tosco galán procura tocarla con suavidad pero no puede.
La dama opta por hacer mutis.
Así iban las cosas cuando, de repente, irrumpe otro personaje, éste sí con toda esa prestancia tendiente a la acción, exhibiendo una fuerza inusitada, misma que se transmite a todo lo ancho y largo del improvisado foro de la vida.
Unos cuantos de los escasos espectadores se reacomodaron un poco en sus respectivos asientos. Pareciera ser que no se inmutaron; que la última aparición era algo así como un ente esperado por la audiencia.
Entonces se dan unos gritos desgarradores dentro del recinto; pero se desconoce su procedencia. Parece ser que provienen de las filas delanteras o, tal vez, del escenario.
Por razones desconocidas, por propios y extraños incluso, la escena se trasladó del proscenio a la parte media de la zona de palcos.
El director nunca ha podido explicar el proceder de sus actores ni de la obra en sí.
Todo pareció como un sueño diurno de concepción crítica. Esto se deduce de la claridad de los sucesos.
Gracias a la intervención de la excelencia histriónica todo se dio con una naturalidad inusitada.
Los tiempos entremezclados recrudecen lo real. La próxima vez que se dé cuenta de los acontecimientos previos al proceso creativo, sin duda podrá establecerse una propuesta atractiva y decorosa en lo que respecta a la ciencia de la ficción.
La contradicción establece la acertada dialéctica contemporánea.
Se corre el telón y el público queda súpito.
Todos quedan en actitud de espera. En realidad nadie sabe lo que sigue...

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