Copenhague


Tus piernas invernales con tejidos rojos
que andaban en palacios de barrocas formas
apenas re descubren esa piel brillosa
la misma que refracta la ilusión del vino.

Describes el sendero al caminar despacio
así siguen mis ojos entre nieve y rocas
destino que nos lleve a la estación de trenes
al viento que primero acomodó en tu rostro
las gracias de la vida: singular belleza.

Airoso sale el canto de los tiempos fríos
y vuelve despacio hasta los campos de Francia:
París, siempre París (con su mujer hermosa)
o el norte nevado de las montañas claras
ventanas de ilusiones
encantos del alma.

Me gustas, mi vida, cuando no estás ausente
aquí en París o en Praga, tal vez Copenhague...

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