Época de socavones


He recorrido muchas librerías de viejo.

Hojeé tomos vetustos, salvados de ser carcomidos por insectos modernos y traviesos. 

En la búsqueda de la historia (mía), me di mis vueltas por las céntricas calles de Tacuba y Donceles. La primera, fiel representante del viejo señorío mesoamericano; la segunda, tal vez no tan fiel, debido al cúmulo de nombres que cargaba, desde el de Puerta Falsa de San Andrés, pasando por los de Montealegre, De la Canoa, Cordobanes y Chavarrí, hasta llegar al actual: de los Donceles (femenino de doncellas), en alusión a las acaudaladas familias que allí habitaban, pero que, a pesar de provenir de la península ibérica, no alcanzaban la supuesta nobleza de la corte novohispana.

No puedo hacer la cita bibliográfica correspondiente, debido a que la información de más arriba la fui recolectando precisamente de mis visitas (y respectivas lecturas) a dichos templos del (lejano) y desusado saber.

En alguna ocasión encontré hojas manuscritas intercaladas, apenas legibles, que mencionaban alguna corrección o fe de erratas a lo impreso.

Confieso que, también, hallé hojas rotas por el paso del tiempo, en las que faltaba alguna palabra, misma que, modestamente, con mi saber (y a mi entender) "arreglé", aclaro, que no a conveniencia de mi pensar, sino a la que al texto pertenecía.

Total, pensaba yo, si las ruinas prehistóricas (y prehispánicas) las han reconstruido a imagen y semejanza de los restauradores, puedo ya darme la licencia de hacer lo propio con lo leído.

Mis competencias cognoscitivas abarcan buena parte del quehacer literario de todos los tiempos.

Hoy, en el momento que escribo estas reflexiones, cae una fuerte lluvia que percibo al través de la ventana más cercana.

Y la obviedad aflora, al recordar una situación similar, justo cuando pretendía salir de una de esas librerías y atravesar la calle de Donceles para ingresar a otra…


"Caía un fuerte aguacero que me impidió cruzar la calle; así que decidí quedarme dentro de la librería. Por lo general siempre cargaba paraguas, sobre todo en época de lluvias, pero ésta estaba tan fuerte que, el objeto de tela no podría impedir el paso del agua, aunque el trayecto fuera mínimo.

Entonces alcancé a percibir cómo se formaba un charco, precisamente en una orilla de la calle, donde se juntaba con la acera o banqueta.

Por motivos hasta ahora desconocidos por mí, alcancé a ver tres enormes cucarachas muertas, que fluyeron hacia la poza que crecía.

Hubo un pequeño remanso climático que nos invitaba a salir a los allí reunidos.

Pero, en eso, hubo un fuerte estruendo; se formó un remolino y los voluminosos insectos muertos fluyeron hacia el centro del mismo y en un tris: desaparecieron. No pude ver más, salí y atravesé la calle para buscar otro sitio donde guarecerme, tanto de la lluvia, como de la moderna incultura urbana.

Días después me enteré de que se había formado un socavón".


Cuando la tierra se horada, por lo general se conforman huecos regulares. Estos fenómenos pueden tener su origen en situaciones no siempre definidas (para ser precisos: casi nunca pueden predecirse).

Así, revisé unos textos de geología durante mis primeras estancias en las librerías de Donceles. Recuerdo que mencionaban casi todos una circunstancia común, pero ahora no recuerdo cuál es.

La palabra 'subsidence' por ejemplo, la encontré en un libro británico de mediados del siglo XIX.

Ahora soy experto en socavones…


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