Flor alada


Cuando veo cómo has cultivado el jardincito (con ese toque mágico –de tan tuyo– y cálido –de tan suave–), viene a mi mente aquella época en la que teníamos macetitas en nuestro primer hogar.

Como el cuidado de las mismas poco a poco recayó en el cronista de este relato, bien sabes que muy pronto desistí de esa ocupación.

En la actual apertura al cielo, las formas que has practicado de cultivo (de las que la tierra y el solar -pero sobre todo tu cuerpo- se llenan de hierbas y hojas bellas) necesitan de toda una estrategia para evitar que la maleza las absorba.

Merodean entes de todo tipo.

A veces surcan, por las marcadas líneas de la piel terrena, líquidos varios que fluyen de desnudos parajes; secreciones que impiden las reproducciones de las ramas no idóneas.

Sudores cual rocío que se impregnan en los amaneceres nítidos.

 

Y aunque te encuentres sola entre las acacias y los abedules, quiero decirte que nadie más abrirá la puerta tuya; siempre serás flor auténtica y... Mía.


Publicado en Julio 16/2011

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