Extravío


No sé ustedes, pero yo... vivo con un duende que esconde las cosas.

Mis ancestros se referían a él de manera bastante expresiva:

–Será el diablo –decían.– Aquí estaba (tal o cual objeto extraviado).

A veces lo perdido sí aparecía, mas no siempre.


Bien; el hecho es que, el otro día, el duende mencionado decidió llevarse a la mujer amada.

Primero, sin moverme, volteé al sitio que frecuentaba en estos casos, porque, con o sin duende, cada cierto tiempo se ausentaba de mi cercanía.

Nada.

(Otras veces, había funcionado así, sin que me desplazara del punto original).

Después, comencé a buscarla en los rincones donde acostumbraba estar.

De nuevo: nada.

Qué audacia esta vez, pensé hacia mi interior. ¿Se habrá ido a la lejana cabaña de la ilusión perentoria?

Pues hacía allá dirigí mis pasos. En el camino no encontraba ningún rastro que acusara su previa visita al lugar mencionado.

Al abrir la puerta, debo confesar el haber percibido su aroma corporal; sin embargo, aunque revolví todo el espacio...

Nada, no encontré nada.


Pues bien, aún no la he vuelto a ver.

Pensándolo bien, desde su desaparición ya no sé me ha extraviado nada más.

Ahora caigo: mi ex compañera huyó con el duende.


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