Alegoría urgente al abrazo

Diciembre 8/2020


¿Qué gesto sella el encuentro verdadero entre dos seres? ¿Acaso el acomodo de las masas corpóreas? ¿Acaso la extensión física mediante nuestras extremidades superiores?

Me refiero al cruzar los brazos cuan largos son, en torno al tórax recubierto (pecho y espalda), de la persona con quien nos ha gustado reunirnos, así como también, en simultáneo, a la que nos ha deleitado reconocer.

El apretón que transmite fuerza y, ¿por qué no decirlo? Cariño verdadero. La muestra que va más allá de lo que representa un simple saludo por compromiso.

Solamente quien ha dado o recibido un abrazo como el descrito líneas arriba sabe de lo que estoy hablando...


Este año, desde que cruzamos su mes tercero, entre precauciones, encierros y ausencias, muchos de nosotros empezamos a reutilizar (tal vez con mayor frecuencia) el viejo saludo virtual, tan socorrido en el medio cibernético: "abrazos a la distancia".

Hoy, después de varios meses de esa práctica recurrente y a punto de arribar a las fiestas decembrinas, creo que más de uno necesita(mos) ya un abrazo verdadero, no a la distancia, sino en la absoluta cercanía de los latidos, las respiraciones y los olores gratos.

Un abrazo vivo y en vivo, en el que se vuelvan a conectar nuestros corazones.

Un abrazo de reencuentro entre nosotros que nos queremos.


En fin, parece que será casi imposible cumplir tal requerimiento...

Así que habremos de reservar esta real disposición de encuentro para otra ocasión, la que esperemos no sea (tan) lejana en el tiempo.

Ahora deberemos de hurgar una vez más en los cajones virtuales de nuestra imaginación y tratar de formular una caricia nueva que conlleve, aunque sea de forma breve, una parte sustancial de nuestros seres, para que pueda atravesar los entramados electrónicos de una fría pantalla o de un monitor.


Ignacio González Tejeda

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