Zapatos nuevos



El niño movió su pie de forma tal que la sandalia se vio separada de la extremidad, deslizándose por la hendidura provisional que estaba en la entrada de su casa.
Inmediatamente comenzó a llorar por la pérdida.
–Mi chancla –gritaba.
Uno de los obreros de la construcción, al percatarse del suceso, se desplazó por debajo del improvisado andador y recogió el deseado objeto, cuyo desprendimiento había causado el llanto del infante.
Al devolvérselo al menor, éste volvió a sonreír; le regresó el color al rostro y siguió jugando en el patio.
El pequeño estaba maravillado: ante sus ojos, el terreno que estaba del otro lado del pasillo, lleno de albañiles, topógrafos y traxcavos, sufría enormes y rápidas transformaciones percibidas por su ilusionada e ingenua mirada.

El huracán, por otro lado, había causado unos terribles estragos, sólo conocidos por los responsables de la obra en proceso. Los proyectistas de las oficinas centrales, a 400 Km. de distancia, demoraron tres días en enviarles las "soluciones" a los desperfectos. El líder de campo, antes de recibir dichos informes, decidió reparar por su cuenta el muro que estuvo a punto de venirse abajo, mediante un sistema propuesto por él mismo y sus conocimientos de mecánica.
Sólo él supo lo cerca que estuvo de colapsarse, y con él, la vivienda del impresionado mozalbete que veía el crecimiento de la obra arquitectónica.
Fueron muchas horas continuas de arduas labores, con ollas de concreto premezclado, vaciadas con bomba telescópica sobre fuertes estructuras de gruesas varillas.

Cuando llegaron los supervisores a avalar los trabajos, no vieron anormalidad alguna. La edificación se iba a entregar en tiempo y forma.

El chiquillo orgulloso iba a estrenar zapatos el día de la inauguración.

El encargado de la obra estaba listo para iniciar el siguiente compromiso.
Fue al centro comercial a comprar un par de resistentes botas; ahí se encontró con el pequeño vecino en turno en compañía de sus padres.
Del sitio salieron dos hombres con calzado nuevo.



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