Oración de fines de febrero


Me embarga la emoción al recolectar semillas que podré utilizar en terreno fértil.

Claro, construyo un jardín más acá de la imaginación y me siento muy contento al tratar de establecer una conexión con la tierra nuestra.

Ronda, por cierto, la imperiosa necesidad de ahuyentar la palabra hueca: la que nada aporta y que, por desgracia, tiende a invadir el entorno.

La moderna agricultura se confunde con la antigua arquitectura: me refiero, sobre todo, a la búsqueda inminente de la naturación vertical.

La necesidad de la fertilidad me remonta a ortodoxas prácticas ancestrales mesoamericanas (no tan halagüeñas).

Por fortuna, trato de seguir un hilo cultural entremezclado y... regreso al origen primigenio: al eterno femenino.

Es temporada de fresas y frambuesas: es el tiempo irrestricto de la mujer.

Soy hombre y trato de establecer conciencia (de nuevo: contacto) con la fertilidad nuestra.

La procreación está en un lugar de privilegio, casi de culto. Por eso es bueno voltear el rostro de vez en vez: cuando movimientos de cambio nos rodean.


A punto de despedir el mes previo al final de un estadio, es imprescindible reiterar mi pasión por el bien hacer tanto como por el buen decir.

Que se reúna el pensamiento positivo con las buenas vibras cósmicas para beneficio de todo tipo de de sentimientos y posturas ideológicas.


Aun dentro de las satisfacciones, tienden a hacerse presentes las adversidades cotidianas y se generan esas luchas internas que a veces afloran e irrumpen en el continuo existente.

Debo pues de sonreírle a esta situación para tratar de afrontarla con la mejor de mis actitudes.

Hoy pues, comparto la maravillosa experiencia de la continuidad en cuanto a lo tolerante y lo apacible (confieso la enorme dificultad que todavía subsiste en el entorno para lograrlo).

Iniciaré la cotidianidad con agrado y energía.


Agradezco una vez más a quienes dieron la vida, de una u otra forma, para construir la felicidad de los míos y la mía propia y, sobre todo, por permitirnos participar de el gran banquete de este nuevo y brillante amanecer.

Deseo para todos el bien decir, el bien hacer y la adquisición de sentimientos sacros por encima de las maledicencias.


La vida, reitero, es muy corta como para no amar y ser feliz.


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