Lolita 2020


A ella se le ve plena y radiante. Tiene un sentimiento mal visto por su contexto social, principalmente por su familia cercana.
Él (casi siempre hay un él en la narrativa contemporánea) está tranquilo ante la situación. Cree comprender el motivo principal de la desacreditación colectiva.
La mamá de ella lo busca para iniciar una conversación.
–¿Por qué? –pregunta la mujer, pero tal cuestionamiento parece que no tiene un claro destinatario; al menos él no es el (más) indicado para responder; así que deja que la joven señora continúe la plática– ¿no cree usted...? –aquí sí ya hay una invocación directa, por lo que se puso en actitud más receptiva– ¿... que mi hija está cometiendo un error?
–¿Por qué? –ahora fue él quien formuló el cuestionamiento.
–No sé... –reinició la dama y ahí acusó, no una desaprobación, sino más bien el desconocimiento real del hecho en sí– ... ¿usted qué piensa?
De nuevo quería que él fuera quien planteara el origen del diálogo, tal vez porque no sabía cómo iniciarlo o tal vez porque no sabía si tenía algún sentido desarrollarlo.
–Mi hija es una soñadora... –continuó y tomó aliento para seguir– ... tal vez igual que yo –esto lo dijo muy bajito, casi como un susurro. –Desde pequeña le otorgamos el libre albedrío prácticamente en todo lo importante de la vida. Ahora, como usted bien lo sabe, está por concluir su formación universitaria y nunca pretendimos influir en su elección hacia las abstracciones matemáticas.
"Como buena madre, quiero todo lo mejor para ella y... tal vez no me he dado cuenta de que ya ha elegido.
"Hizo dos estancias o intercambios: uno en Londres y el otro, en Praga, de donde apenas regresó hace un par de meses.
El hombre escuchaba con suma atención y no quería interrumpir la reflexión materna.

Sin que él dijera nada, la mamá de ella fue cayendo en cuenta de lo que su hija había encontrado en ese hombre. Por un lado, la sabiduría que da saber escuchar con atención. Asimismo, por el otro, veía en su mirada una plenitud y raciocinio que sus conocimientos psicológicos le habían permitido descubrir con la percepción que se encuentra en las conversaciones.

Conocía perfectamente la trama del libro de Vladímir Nabókov y se resistía a separar la inminente relación de su hija con quien estaba enfrente de ella.
Tomó las manos de él, quien en ese instante le transmitió mucha serenidad y, sobre todo, confianza.

Se abrió la puerta y llegó feliz la joven universitaria, quien besó a su madre en la mejilla y al varón, en la boca.
–Ma, todo está listo –y se fue corriendo a lo que sería su habitación solamente por una noche más.

Con una lágrima de esperanza y convicción entremezclada culminó la participación de la mamá.
–Humberto. No me interpondré más entre ustedes. ¿Gusta un trago? Mañana será un gran día.

Comentarios

  1. Literariamente....perfecto....pero no se porque motivo me da una tremenda sensacion de soledad....y me recordo a un escritor aleman....en ese estilo.

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