–cuento para niños creciditos– La mosca multiorgásmica no era precisamente lo que se dice "una mosquita muerta", ya que le encantaba darle vuelo a la hilacha. Tenía una carita d' ésas de "no rompo un plato"; pero un buen día, después de varios intentos que resultaron oprobiosos para su dignidad, logró concertar una cita, nada más y nada menos que con el mosco multiorgiástico. Y éste sí, de santurrón tenía lo mismo que de simples los turrones de Alicante, o sea: naranjas, mis amigos; nadititita. Lo que en esa memorable ocasión hicieron ambos moscos pasó a la posteridad en los anales historinsécticos. Por otro lado, el piojo, quien estaba a punto de casarse con la pulga, andaba como loco buscando al mosco multiorgiástico cuando, en eso, se cruzó (en el sentido figurado) con la mosca multiorgásmica. –¿Y qué quieres, piojo? –preguntó la afamada y poderosa mosca. –Pos que nos crucemos (en la acepción estricta del término) a todo lo ancho, es decir,...