Los más grandes, recuerdo, amarraban uno de nuestros tobillos a una cuerda y ésta, en la otra punta, a un palo de ésos que se encuentran enterrados en la arena. Esto lo hacían siempre que alguien se ahogaba para que no nos acercáramos "a mirar cosas desagradables". Así fue cuando lo del teniente. Todos dicen que se lo llevó el mar; aunque no se sabe porqué. Le decían el teniente, no porque ostentara dicho grado militar, sino porque sabía poseer las cosas; en realidad gozaba el tenerlas. Todos los fines de semana, los sábados, desde temprano le dábamos para la playa. No recuerdo desde cuándo, sólo que, si podíamos, hasta antes del amanecer llegábamos. Nosotros, éramos tres: el Julián, el Rubi y yo; aunque, a veces se nos juntaban Manolo y su hermano el Tachi. El Julián se llamaba Julio y Manolo, Manuel; pero lo que son Rubi y Tachi, nunca supe sus verdaderos nombres. Y eso que nos veíamos casi a diario. No guardo en mi mente imágenes del pueblo; es más
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