Tras bambalinas


En memoria de Héctor Mendoza (director de teatro mexicano), desaparecido en 2010.

El escenario está dispuesto.
En primer plano, apenas rozando la cortina del telón, está colocada la mesa, a manera de trinchera, como defensa de guerra; es decir, las patas se encuentran en posición horizontal y la tabla, propiamente dicha, en vertical, y con dirección al auditorio.
No hay sillas, ni lámparas, ni floreros; pero sí, una enorme ventana en la parte posterior, prácticamente colgada del ciclorama.
Hacia las piernas o bambalinas derechas, está ubicado un camastro, éste sí, en su posición habitual, sólo que carece de elementos de tela; está absolutamente desnudo, incluso sin colchón.
Del otro lado, se alcanza a percibir un objeto que bien podría ser una tina de baño; la mitad queda expuesta y la otra parte, tapada por una de las enormes piernas.
En el proscenio todo está listo para que de los huecos en donde antes se ubicaban las candilejas, brote una niebla de utilería conformada a base de hielo seco e inciensos varios.
En la tramoya hay duplicados de los objetos que se encuentran en el foro, por si acaso llegaran a accidentarse; y es que se dice que las escenas son en verdad fuertes y casi reales.
Los actores se pasean nerviosos incluso detrás del ciclorama; aunque algunos todavía están en camerinos dándole un toque de realismo a sus caracterizaciones.
Los tramoyas tienen ya todo preparado para la lluvia o nevada, según se dé el desarrollo de la puesta en escena. Incluso hay rayos tipo Zeus, por si así lo requiriera la trama.
Poco a poco van tomando su lugar todos los personajes, a saber: el mudo, la cabaretera, el filósofo, el retro, el borrachín y en último lugar, la dama, quien hará una escena de desnudo precisamente en la ventana trasera.
Se sabe que el teatro está lleno a reventar. Esto incita a que los actores den lo mejor de sí, pues es lo que ellos desean, ser vistos por la máxima audiencia.

Tercera llamada: se abre el telón.

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