Abejitas celestiales
Cada cierto tiempo, Bere y sus amigas visitaban a la más viejecita de
las hormigas.
La sabiduría de la anciana iba más allá de todos los conocimientos del
nido.
Las más pequeñas siempre se maravillaban de las respuestas de la abuela,
como le decían cariñosamente.
Y es que platicaba las cosas de una manera muy especial.
–¿Cómo nos convertimos en abejitas del cielo?
–¿Qué son? ¿De dónde vienen?
–¿Es cierto que no existen?
–¿En dónde viven?
Éstas eran las dudas que emitían.
–La gran hormiga –decía la abuelita– nos cuida a todos nosotros. Para
hacerlo de manera correcta nos envía a las abejitas celestiales.
"Estos seres alados son como los que habitan en los altos y dulces
panales, pero de menor tamaño.
"Viven muy cerca de cada uno de ustedes. Y no los pueden ver porque
sus ojitos no se lo permiten.
"Pero, si ustedes se concentran, los podrán sentir o percibir con
el alma.
"Vienen del cielo, de allí su nombre.
"Por último les contaré que, para que una de nosotras se transforme
en abejita celestial, existe solamente una forma.
–¿Y cuál es ésta? –preguntaron a coro las visitantes.
–Pues no es tan difícil; puede resumirse en: la sana obediencia a los
mayores, la alegría de vivir y el respeto mutuo.
Alegres y reflexivas, dejaron a la sabia viejecita, a la que prometieron
llevarle chocolates en la siguiente ocasión.
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