Audiopoética
Aprieto firme el arado
gracias al lamento de las vacas
y vuelvo mi vista al cielo
y trato de mirar los ojos de Karajan
y el cabello de Osawa.
Sin duda siembro
–lo intento–
la tinta auditiva
igual que hicieron
Brahms o Tschaikovski.
Rubinstein a veces me representa
aunque
prefiero por siempre a Víctor Jara
y a la violeta grande:
la de la Parra.
Ella me retorna a Mahler y...
a Bruckner con sus catedrales orquestales.
La arquitectura de la música
construye los coros de Inti-Illimani
y los ponchos oscuros de Quilapayún.
Miro
por último
las manos al piano
de Marta Argerich
y de Chick Corea
despidiendo a Keith Jarrett.
Y regreso
–no lo puedo evitar–
al arado de mi abuelo
a veces encima de la yunta
con la música del rasgado de la tierra.
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