Pauta
La nitidez del oboe ha establecido la tonalidad requerida.
Sólo es –en ese único momento– que el sonido de la orquesta va previo a mi intervención.
Para muchos, el desfogue propio de la verificación o afine, está considerado como de ausencia musical. Ah, qué equivocados están; si es el instante de conjunción sonora más brillante jamás escrito en cuaderno pautado.
A partir del consiguiente silencio y posterior al aplauso originado por mi salida a escena, ya siempre llevaré unas fracciones de segundo por delante tendientes a marcar, como un flotamiento, la ejecución de los instrumentos en cuestión.
Todos los intérpretes fijan su atención en la batuta. Mis manos están suaves y relajadas. Inicio la pieza con su desplazamiento y aparece la música.
Cada obra contiene su propia complejidad. Así, existen aquellas en las que predomina el ritmo; en otras, la melodía o tonada; también habrá partituras que se distingan por sus asonancias o saltos exagerados de nota.
No marco solamente el compás; organizo los grupos para extraerles la riqueza que pudo haber pretendido el compositor.
Finalmente, en el concierto se plasma esa sincronía, a través del suceso que equilibra los silencios.
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