Sincronía


El estante de libros correspondiente a la sección de narrativa del realismo mágico, el que cada principio de mes cambiaba hasta en un 80% su composición, reunía en esta ocasión autores de la más variada procedencia; desde los clásicos centroamericanos hasta los ibéricos contemporáneos que habían asimilado este atractivo estilo literario.
Andrea había hojeado más de un par de títulos atractivos y sugerentes, cuando reparó en una portada por demás impactante. No era por la potencia cromática; más bien los tonos eran bajitos.
Lo que hizo que sus ojos se posaran en la pasta del biblio volumen fue la maestría con la que estaban apenas sugeridos los contornos de la figura humana.
Luego fue el título, "Cuarta conexión" lo que sin duda la indujo a adquirirlo.
De alguna manera siempre estuvo pensando en Pablo, con quien precisamente se iba a reunir a la mañana siguiente.

Salió de la librería y se dirigió a la oficina.
Restableció en su equipo de cómputo la conexión a la red. Pensaba enviarle un correo a Pablo, con el fin de confirmar el encuentro.
Abrió su página y se topó con un mensaje de él, recibido en su bandeja apenas diez minutos antes. Lo abrió con rapidez y se encontró con el mismo "recordatorio-no lo olvides" de la cita próxima.
"Allí estaré" escribió como respuesta y lo envió.

Ninguno de los dos sabía con precisión lo que les ocurría. Ambos eran inteligentes y bien parecidos. Podría decirse que eran novios, aunque sus comportamientos individuales parecían manifestar otra actitud.

Cada vez que se reunían, estaban juntos hasta por 4 horas.
Entre la consabida actualización real de información y el almuerzo ligero consumían una cuarta parte del tiempo destinado.
Después, siempre acudían a un hotelito de tercera categoría, económico pero higiénico. De hecho ya eran conocidos allí. Hacía ya más de dos años que venían practicando esta rutina, misma que repetían por lo general cada quince días y, en casos excepcionales, se reunían al transcurrir un poco más, hasta tres semanas.

No siempre había obsequios, pero en esta ocasión, parece que los dos habían optado por entregar algo más que el afecto y el cariño mutuos. Y todo parecía indicar que en ambos casos, se trataba de un libro; y es que Pablo cargaba una bolsita que acusaba dicho contenido.

Cuando era el caso, como ahora, realizaban el intercambio de regalos todavía acostados, desnudos, instantes después del encuentro sexual.

Cuando Andrea abrió el paquete que le había alcanzado el hombre, se estremeció un poco al ver el libro (el que ella había llevado).
–Oye –le dijo– pásame tu bolsita, este libro es el que yo te traje.
El hombre buscó en su buró y no había tal.
–No, Andreíta, ése es mi obsequio para ti.
Ella se giró y vio que, de su lado, estaba todavía la obra literaria que le había llevado a él. No hubo confusión.

A los dos les brotó una lágrima, la que fue deslizándose lentamente por sus ensalivados-recién besados rostros.

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